sábado, 29 de junio de 2013

¡¡El proyecto de la biblioteca es noticia!!


Salimos en el diario La Tercera (Noticias del Conurbano Sur). Estamos muy contentos de las repercusiones de nuestro proyecto ¡Ya tenemos las primeras donaciones de libros y el espacio físico!
Para ver la noticia, los invitamos a ir al siguiente link:

http://www.diariolatercera.com.ar/0/vnc/nota.vnc?id=3814

martes, 18 de junio de 2013

El diario de Meecks

Día domingo 5 de mayo:  había una vez un bebé tan hermoso y débil que parecía un copo de nieve, era listo, atento y simpático, tanto que a veces parecía molesto.
Su nombre era Meecks, tenía cuarenta y cinco días de vida
No importaba lo que él hacia, todo estaba bien ante
             Los ojos de los demás
Su mirada era tan dulce que  te iluminaba  y te olvidabas de lo malo que te había pasado
Su hermosa llegada, fue un cinco de mayo, esa fecha tan especial, desde ese día en adelante todo fue hermosura y alegría.
Lunes 6 de mayo: Una fecha de conflictos ocurridos por su inocencia jugando con las tres bebotas de la casa Lola, Deici y Angi. Tuvo un desliz y cayó al río donde sus aguas eran turbias y oscuras, lo cual fue motivo que su encuentro fuese con dificultad.
Al pasar unos minutos se pudo ver a los lejos y lo encontraron, él entendió que no debía acercarse a la orilla del río.
Jueves 8 de mayo: Fue instalándose (marcando su territorio), hasta que logró a ser uno más de la familia.
Su abuelo y abuela decían que era un consentido por ser el bebe más pequeño de todos, dormía con sus abuelos y a veces con su mamá.
Sábado 11 de mayo: Fue cuando se incorporó definitivamente  por completo.
Su estadía era la mejor . Desde que se despertaba, nadie tenía nada, hasta que se dormía. Durante  la semana iba enseñando su inocencia y dulzura.
Sábado 18 de mayo: Llegó el día, el gran día, el día que las vacunas. Nervios e impaciencia. Fue llevado hacia un centro de enfermería donde se creía que era seguro y lo podían prevenir enfermedades.
Pero no todo salió como se esperaba, la maldita idiota supuesta “enfermera”  no resultó ser lo que se esperaba (una farsante), la cual le inyectó una falsa aplicación medicinal que le causó un malestar al bebito. Fue un día de bronca e irritación.
Domingo 19 de mayo: Despertó con dolores, vómitos  e insomnio, no ingería alimento,  su estómago (su hígado), estaba reventado por la fuerte dosis que se le aplicó.
Lunes 20 de mayo: Amaneció mal pero no se esperaba nada malo, no se sabía nada, fueron días malos los cuales todos padecieron con dolor.
Martes 21 de mayo: Amaneció bien,  comió algo, jugó con las bebas, pero por la noche otra vez se sintió mal
Seguían los vómitos.
Miércoles 22 de mayo: Día donde parecía estar bien, pero como se dice,  las apariencias engañan.
Llegó el mediodía y no mejoraba. Hasta que su corazoncito no aguantó más y cerró sus ojitos y dijo adiós. Tuvo un descanso eterno, donde se encontrará con el creador de todo nuestro mundo. Tomó rumbo hacia el cielo de los bebitos hermosos.
Su nombre era Meecks,  tenía cuarentaicinco días de vida.

NOTA: ( fue lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, lo amé, fue mi bebé, me ayudó a creer,  a no tener miedo y a creer que todo se puede), no hay  que confiar en nadie, hay que ser precavido en el proceder  y siempre abrazar y besar a quien se ama…

López Abigail
6to C

EL DESEO

 (Era cierto, todas las cosas sin razón de corazón y de amor le habían pasado, no supo sentir el desarraigo de la felicidad, sin embargo, las cosas en su casa aquella noche la habían arruinado, dejándola completamente cansada y con el placer a altos niveles…)

Mayra, de 18 años de edad, y con una cálida actitud
Nicolás, no dejaba de pensar como piensa una
asistía todas las mañanas a aquel lugar donde ella
rosa con sus pétalos, la sensación de gusto
creía poder ganarle a la ignorancia, la escuela
y amor que él mismo le quería entregar a ella,
Técnica Nº9 le quedaba muy cerca de su casa, quizás
Esta última era su Amor Platónico Por Siempre…
ella buscaba algo más, quién te dice, Che…
Aquella tarde de verano, Nicolás pensaba
Aquella tarde-noche de 27 de Mayo de 2013, Mayra
Visitarla (yo también lo haría), deseoso de que
 pensaba a qué baile de La Paz podría salir, aunque
ella lo escuchara tocar la guitarra y sentir el
esa localidad no dejaba mucho que desear,
placer de su compañía, así que fue en esa
demográficamente hablando, prefería ir más a Nexo,
tarde-noche cuando Nicolás tomó la gran
un boliche de Temperley al que ella acudía
decisión e ir finalmente para su casa. El 266 lo
siempre.
dejaba a pocos metros de su destino. Ocioso
A vos que estás leyendo esto, voy a contarte lo que
con su guitarra, sentía que su corazón se le
hizo Mayra, al final, no fue a ningún lado porque se
iba a salir de tanta emoción, llegó a su puerta
quedó haciendo otra cosa, ocupada en algo
tocó fuertemente y ella asintió… La sensación
“importante” con él, la cama retumbaba de placer,
 no podía ser más placentera para Nicolás;
un sonido atronador, no uno, sino varios que aludían
verla y con lujuria estar con ella para pasar ese
a un momento ensordecedor donde las palomas
momento tan esperado; su guitarra veía como
 cantan sus tonadas libremente y las estrellas,
los seres a tono de simultaneidad y tomados de
testigos de esa pasión envuelta en llamas.
la mano llenaban la partitura del deseo y el
Ella nunca podrá olvidarse de aquella noche, quedó
amor a flote en 1 o 2 sábanas.
marcada de por vida, y siempre lo recordará, hasta el
Ella veía como Nicolás explayaba su felicidad.
último minuto de su vida.
Siempre es bueno tener un poco de placer,
Nunca lo hará, nunca lo olvidará… Jamás.
aunque seas el más Idiota.



 Suárez, Gonzalo Nicolás
6ºC

Los ruidos del silencio


Y si sos quien dijiste ser... estarías acá para hacer valer todas tus promesas hundidas en este océano envuelto en llamas?. Porque QUEBRASTE todos los lazos que alguna vez nos unió. Silencié tu risa, y pude comprender que era mejor que no estuvieras acá.      
 Y aún no puedo entender cómo podés volver a mi y hacer de cuenta que nunca me FALLASTE? Son tantos sueños que quemaste una y otra vez... Pero ya nada importa, sólo avanzar.
 No
hay
 nada
más,
 no
 hay
 nada
 más. 
Muero. dentro. de. mi.
Recuerda que alguna vez te dije que prefiero ahogarme defendiendo todo lo que siento... ya Todo lo que pensé que jamás me iba a pasar, hoy me está quemando por dentro. Cerraste   no puedo esconder lo que siento... las palabras no tienen valor. Tengo que aprender que    tu mano apretando la mía. Y no puedo evitar tirar las cenizas... y sentir que perdí mi tiempo.         es mejor el silencio.
Y ahora estoy cayendo en el abismo de tus ojos.
Pero si no avanzo... tropiezo otra vez.
Y hoy puedo ser quien quiero ser, porque acepté que algo murió,
y si murió fue porque vos ya no estás acá.
Y si no avanzo tropiezo otra vez.


 Vanesa Lienemann. 6to C.

La Sombra


¿No sentís que a veces, cuando estás durmiendo de la nada algo te despierta o que te estás cayendo en un abismo?
Bueno eso me sucedió mañana cuando               me estaba a punto de dormir y de repente escuché un ruido
                 
                                       Miré a mí alrededor
                                   
                                      Hasta el momento no vi

                                         Nada extraño

Comenzó a llover muy fuerte, era la tormenta más grande que había vivido en mis 6 años de vida.
En un momento, mi habitación se iluminó por los rayos y vi una sombra extraña, que me atemorizó porque tenía como brazos largos que atrapaban toda mi habitación y quería atraparme.

                                         Pegué un grito

                                        Me fui corriendo

                                         A la habitación

                                          De mis padres

Los desperté y les conté de la sombra que usurpó mi habitación y me acompañaron a volver a mi cama. Cuandoentramos, vimos a la sombra, estaba allí, mis padres prendieron la luz y desapareció.
La volvieron a apagar y la sombra apareció, venía de la ventana. Mi padre le sonrió a mi madre y se dirigió hacia la ventana, me dio mucho miedo.
Abrió las cortinas,

                                       Miró hacia el patio,

                                      Me dijo que me acerque,


                                        Me mostró un árbol,

Me dijo que era esa, la sombra que daba a mi habitación.
La sombra de un gran árbol.

Timo, el Tucán

Juani era un muchachito solitario, morochito, largirucho  de ojos marrones. Su casa se encontraba instalada próxima de las Cataratas en la provincia de Misiones. Su familia estaba compuesta por 4  personas.
Juani todos los domingos correteaba
                                                     Correteaba
                                                                        Correteaba
                                                                                                   Correteaba
  Por la tierra colorada de la selva, persiguiendo lagartijas y mariposas en el aire, pasando la semana. El domingo llegó de nuevo para Juani, ese domingo como todos fue un domingo muy especial, ya que había encontrado un tucán sobre sus pies, estaba herido, por lo que rápidamente lo alzó sobre sus brazos y lo llevó hacia su casa.
Cuando Juani llegó a su casa estaba su madre, doña María, en la cocina haciendo una riquísima comida para su esposo don Juan.
Juani nervioso no sabía cómo decirle a su madre que encontró un tucán, ya que a ella no le gustaban los animales. Juani pensaba cómo decirle a su madre….. “¿será que mamá me dejará quedarme con el tucán? ojalá que sí…
  Oh! Oh! Oh! OH! Gritaba el tucán. La madre de Juani rápidamente le dijo: no quiero ese ave aquí adentro. Juani insistía e insistía con el ave para que se quede y lo logró.
Una mañana Juani despertó con su tucán ansioso y feliz, ya que el animal se pudo quedar con él. Mientras desayunaba,  Juani miraba a su tucán y le dijo “hoy va ser el día en que te bautice, desde hoy en adelante te vas a llamar “Timo”.
Timo de tan feliz que estaba volaba como un avión alto,alto,alto por la selva junto a Juani. A la tarde Juani y Timo regresaron a su casa, doña María feliz gritaba Juani, Juaaniiiiiiii te llegó una carta de Buenos Aires, de tu tía Cecilia. Juani ansioso y contento dijo: léela, léela mamaaaaá quiero saber de qué se trata. Su madre leyó la carta que decía que su tía Cecilia la invitaba a su casa a pasar un fin de semana en Buenos Aires junto con sus primos.
  Juani feliz como una lombriz, gritaba siiiiii!!!!, voy a ir a Buenos Aires, él conocía la provincia por eso estaba tan feliz de ir, y viajó con su tucán Timo.
  Su tía lo esperaba contenta en la estación de colectivo junto a 2 primos: Marcos y Pablo. Al llegar Juani a la estación abrazó a sus primos y  a su tía. Ese mismo día en que Juani llegó a Buenos Aires su tía Cecilia lo llevó a pasear por la cuidad, él lo único que quería era salir junto a su tucán Timo.
Fueron a pasear por la plaza comiendo un rico helado.
  OH,OH,OH,OH,OH;OH, gritaba Timo asustado en la cuidad cuando veía muchas personas, oía ruidos de autos y autobuses. Juani no podía controlar a Timo, el animal, desesperado, voló a lo alto de la cuidad y desapareció como arte de magia.
Juani triste miraba por el cielo buscando a Timo pero no lo encontraba, todos volvieron a casa triste, él desesperado no sabia qué hacer, su tía y sus primos trataban de consolarlo pero eso no era suficiente. Esa misma noche su tía Cecilia preparó una rica pizza para levantarle el ánimo.
  Se sentaron a comer junto a la tele mirando una linda película, en ese mismo momento pasaron por la tv una transmisión  de último momento “UN TUCÁN EN LA CUIDAD”. Juani  feliz saltó de felicidad por toda la casa y salió para ir a buscarlo a Timo. Todos corrieron y fueron directo para el estudio de noticias.
Juani al verlo a Timo, lloraba de felicidad, lo abrazó con tantas fuerzas que no lo dejaba respirar, los productores del programa invitaron a Juani, con sus primos, su tía y Timo a varios programas, como invitados especiales para contarles cómo llegó Timo a la cuidad.


Daiana Cardozo
6to C

lunes, 10 de junio de 2013

Capítulo 7 de Rayuela

    Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. 
     Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
 Rayuela, Julio Cortázar

Un sueño sin fin


Hase DOS años no se beían, pero se encontraron en una quinta, no importa como… Solo que anhelavan esas miradas del pasado, esas risas, esos abrazos como de un SUEÑO.
En esta istoria, NO importa por qué, él estava allí, tampoco importa cómo llegó ella a pasar el día con su enamorado y otras personas que no conosían. Llegó y se saludaron como si no se bieranhase mucho…
La invito a tomar algo en la cosina y ella asepto sin poder creer que después de algún tiempo volbió a tenerlo ante sus ojos, hablándole de… no sé de qué hablaban, deverían haber hablado de sus vidas estando alejados pero él era muy tímido y prefirió hablar de rutinas y pabadas.
Cayó la tarde, la noche y el día llegava a su fin. Después de haver jugado todo el día todos juntos (NADIE PREGUNTO POR ELLA, COMO SI SUPIERAN QUIEN ERA, COMO SI SUPIERAN QUE ELLA IRIA). Todos se fueron y decidió pasar la noche ahí… En realidad no lo decidió,solo se dio.
 Cenaron, comieron frutillas con crema, miraron una comedia romántica y se fueron a dormir pero ni se miraron. Tenían ganas de abrazarce y dormirce juntos pero había un clima frio en ESA havitación.

Finalmente me dormí y tube un sueño raro:

 Mi marido, hase DOS años no sé porque razón no lo veía y lo reencontré en una quinta a la que me llebo una amiga y lo abrace fuerte porque había sufrido en su aucensia. Pasamos un día hermoso con unos biejos amigos y me quede toda la noche con él, ovbiamente. Me dormí y tube un SUEÑO.

Noelia Carrivale
6ºC

Proyecto: creación de nuestra biblioteca

Les contamos que uno de los proyectos anuales del Departamento de Literatura y Prácticas del Lenguaje es armar la biblioteca del nivel secundario. En estos momentos, estamos en la primera etapa de gestión de los insumos, por lo tanto, contamos con la solidaridad de todos ustedes para donar aquellos elementos que puedan. Necesitamos el material primordial: libros, de todo tipo (diccionarios, manuales de todas las áreas, libros de novelas, cuentos, poesías, etc.; de diversos autores y regiones). No es necesario que el material sea nuevo,  aceptamos libros en reparación siempre que no le falten páginas. En cuanto a cantidad, puede ser uno o los que tengan disponibles (toda colaboración es importante, ya que la suma de todos podrá brindar un resultado óptimo).
Para contactarnos pueden escribirnos a:
Acercarse al Instituto Nuestra Señora de Luján: Castelli 1690, esq. Santa Fe. Lomas de Zamora.
O llamar a los teléfonos de la institución: 4282-8295/ 4283-0856

¡¡¡¡Muchísimas gracias a todos!!!!!

Folleto en conmemoración por los 50 años de Rayuela


Folleto realizado por Correa Cristian, Sosa Iván, Suárez Gonzalo, Fleitas Brian y Luna Joaquín.
Fue distribuido a los directivos, preceptores y docentes del Instituto Nuestra Señora de Luján.







Lenguaje Gíglico

Lenguaje Gíglico

El gíglico es un lenguaje creado por Julio Cortázar y presente en su novela Rayuela, cuyo capítulo 68, que evoca una escena erótica, está completamente escrito en él. Se trata de un lenguaje musical que se interpreta como un juego, además de ser un lenguaje exclusivo,compartido por los enamorados, que lo aísla del resto del mundo:

68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

LOS VENENOS



 El sábado tío Carlos llegó a mediodía con la máquina de matar hormigas. El día antes había dicho en la mesa que iba a traerla, y mi hermana y yo esperábamos la máquina imaginando que era enorme, que era terrible. Conocíamos bien las hormigas de Bánfield, las hormigas negras que se van comiendo todo, hacen los hormigueros en la tierra, en los zócalos, o en ese pedazo misterioso donde una casa se hunde en el suelo, allí hacen agujeros disimulados pero no pueden esconder su fila negra que va y viene trayendo pedacitos de hojas, y los pedacitos de hojas eran las plantas del jardín, por eso mamá y tío Carlos se habían decidido a comprar la máquina para acabar con las hormigas.
         Me acuerdo que mi hermana vio venir a tío Carlos por la calle Rodríguez Peña, desde lejos lo vio venir en el tílbury de la estación, y entró corriendo por el callejón del costado gritando que tío Carlos traía la máquina. Yo estaba en los ligustros que daban a lo de Lila, hablando con Lila por el alambrado, contándole que por la tarde íbamos a probar la máquina, y Lila estaba interesada pero no mucho, porque a las chicas no les importan las máquinas y no les importan las hormigas, solamente le llamaba la atención que la máquina echaba humo y que eso iba a matar todas las hormigas de casa.
         Al oír a mi hermana le dije a Lila que tenía que ir a ayudar a bajar la máquina, y corrí por el callejón con el grito de guerra de Sitting Bull, corriendo de una manera que había inventado en ese tiempo y que era correr sin doblar las rodillas, como pateando una pelota. Cansaba poco y era como un vuelo, aunque nunca como el sueño de volar que yo siempre tenía entonces, y que era recoger las piernas del suelo, y con apenas un movimiento de cintura volar a veinte centímetros del suelo, de una manera que no se puede contar por lo linda, volar por calles largas, subiendo a veces un poco y otra vez al ras del suelo, con una sensación tan clara de estar despierto, aparte que en ese sueño la contra era que yo siempre soñaba que estaba despierto, que volaba de verdad, que antes lo había soñado pero esta vez iba de veras, y cuando me despertaba era como caerme al suelo, tan triste salir andando o corriendo pero siempre pesado, vuelta abajo a cada salto. Lo único un poco parecido era esta manera de correr que había inventado, con las zapatillas de goma Keds Champion con puntera daba la impresión del sueño, claro que no se podía comparar.
         Mamá y abuelita ya estaban en la puerta hablando con tío Carlos y el cochero. Me arrimé despacio porque a veces me gustaba hacerme esperar, y con mi hermana miramos el bulto envuelto en papel madera y atado con mucho hilo sisal, que el cochero y tío Carlos bajaban a la vereda. Lo primero que pensé fue que era una parte de la máquina, pero en seguida vi que era la máquina completa, y me pareció tan chica que se me vino el alma a los pies. Lo mejor fue al entrarla, porque ayudando a tío Carlos me di cuenta que la máquina pesaba mucho, y el peso me devolvió confianza. Yo mismo le saqué los piolines y el papel, porque mamá y tío Carlos tenían que abrir un paquete chico donde venía la lata del veneno, y de entrada ya nos anunciaron que eso no se tocaba y que más de cuatro habían muerto retorciéndose por tocar la lata. Mi hermana se fue a un rincón porque se le había acabado el interés por todo y un poco también por miedo, pero yo la miré a mamá y nos reímos, y todo aquel discurso era por mí hermana, a mí me iban a dejar manejar la máquina con veneno y todo.
         No era linda, quiero decir que no era una máquina máquina, por lo menos con una rueda que da vueltas o un pito que echa un chorro de vapor. Parecía una estufa de fierro negro, con tres patas combadas, una puerta para el fuego, otra para el veneno y de arriba salía un tubo de metal flexible (como el cuerpo de los gusanos) donde después se enchufaba otro tubo de goma con un pico. A la hora del almuerzo mamá nos leyó el manual de instrucciones, y cada vez que llegaba a las partes del veneno todos la mirábamos a mi hermana, y abuelita le volvió a decir que en Flores tres niños habían muerto por tocar una lata. Ya habíamos visto la calavera en la tapa, y tío Carlos buscó una cuchara vieja y dijo que ésa sería para el veneno y que las cosas de la máquina las guardarían en el estante de arriba del cuarto de las herramientas. Afuera hacía calor porque empezaba enero, y la sandía estaba helada, con las semillas negras que me hacían pensar en las hormigas.
         Después de la siesta, la de los grandes porque mi hermana leía el Billikeny yo clasificaba las estampillas en el patio cerrado, fuimos al jardín y tío Carlos puso la máquina en la rotonda de las hamacas donde siempre salían hormigueros. Abuelita preparó brasas de carbón para cargar la hornalla, y yo hice un barro lindísimo en una batea vieja, revolviendo con la cuchara de albañil. Mamá y mi hermana se sentaron en las sillas de paja para ver, y Lila miraba entre el ligustro hasta que le gritamos que viniera y dijo que la madre no la dejaba pero que lo mismo veía. Del otro lado del jardín ya se estaban asomando las de Negri, que eran unos casos y por eso no nos tratábamos. Les decían la Chola, la Ela y la Cufina, pobres. Eran buenas pero pavas, y no se podía jugar con ellas. Abuelita les tenía lástima pero mamá no las invitaba nunca a casa porque se armaban líos con mi hermana y conmigo. Las tres querían mandar la parada pero no sabían ni rayuela ni bolita ni vigilante y ladrón ni el barco hundido, y lo único que sabían era reírse como sonsas y hablar de tanta cosa que yo no sé a quién le podía interesar. El padre era concejal y tenían Orpington leonadas. Nosotros criábamos Rhode Island que es mejor ponedora.
         La máquina parecía más grande por lo negra que se la veía entre el verde del jardín y los frutales. Tío Carlos la cargó de brasas, y mientras tomaba calor eligió un hormiguero y le puso el pico del tubo; yo eché barro alrededor y lo apisoné pero no muy fuerte, para impedir el desmoronamiento de las galerías como decía el manual. Entonces mi tío abrió la puerta para el veneno y trajo la lata y la cuchara. El veneno era violeta, un color precioso, y había que echar una cucharada grande y cerrar en seguida la puerta. Apenas la habíamos echado se oyó como un bufido y la máquina empezó a trabajar. Era estupendo, todo alrededor del pico salía un humo blanco, y había que echar más barro y aplastarlo con las manos. "Van a morir todas", dijo mi tío que estaba muy contento con el funcionamiento de la máquina, y yo me puse al lado de él con las manos llenas de barro hasta los codos, y se veía que era un trabajo para que lo hicieran los hombres.
         —¿Cuánto tiempo hay que fumigar cada hormiguero? —preguntó mamá.
         —Por lo menos media hora —dijo tío Carlos—. Algunos son larguísimos, más de lo que se cree.
         Yo entendí que quería decir dos o tres metros, porque había tantos hormigueros en casa que no podía ser que fueran demasiado largos. Pero justo en ese momento oímos que la Cufina empezaba a chillar con esa voz que tenía que la escuchaban desde la estación, y toda la familia Negri vino al jardín diciendo que de un cantero de lechuga salía humo. Al principio yo no lo quería creer pero era cierto, porque en el mismo momento Lila me avisó desde los ligustros que en su casa también salía humo al lado de un duraznero, y tío Carlos se quedó pensando y después fue hasta el alambrado de los Negri y le pidió a la Chola que era la menos haragana que echara barro donde salía el humo, y yo salté a lo de Lila y taponé el hormiguero. Ahora salía humo en otras partes de casa, en el gallinero, más atrás de la puerta blanca, y al pie de la pared del costado. Mamá y mi hermana ayudaban a poner barro, era formidable pensar que por debajo de la tierra había tanto humo buscando salir, y que entre ese humo las hormigas estaban rabiando y retorciéndose como los tres niños de Flores.
         Esa tarde trabajamos hasta la noche, y a mi hermana la mandaron a preguntar si en la casa de otros vecinos salía humo. Cuando apenas quedaba luz la máquina se apagó, y al sacar el pico del hormiguero yo cavé un poco con la cuchara de albañil y toda la cueva estaba llena de hormigas muertas y tenía un color violeta que olía a azufre. Eché barro encima como en los entierros, y calculé que habrían muerto unas cinco mil hormigas por lo menos. Ya todos se habían ido adentro porque era hora de bañarse y tender la mesa, pero tío Carlos y yo nos quedamos a repasar la máquina y a guardarla. Le pregunté si podía llevar las cosas al cuarto de las herramientas y dijo que sí. Por las dudas me enjuagué las manos después de tocar la lata y la cuchara, y eso que la cuchara la habíamos limpiado antes.
         Al otro día fue domingo y vino mi tía Rosa con mis primos, y fue un día en que jugamos todo el tiempo al vigilante y ladrón con mi hermana y con Lila que tenía permiso de la madre. A la noche tía Rosa le dijo a mamá si mi primo Hugo podía quedarse a pasar toda la semana en Bánfield porque estaba un poco débil de la pleuresía y necesitaba sol. Mamá dijo que sí, y todos estábamos contentos. A Hugo le hicieron una cama en mi pieza, y el lunes fue la sirvienta a traer su ropa para la semana. Nos bañábamos juntos y Hugo sabía más cuentos que yo, pero no saltaba tan lejos. Se veía que era de Buenos Aires, con la ropa venían dos libros de Salgari y uno de botánica, porque tenía que preparar el ingreso a primer año. Dentro del libro venía una pluma de pavorreal, la primera que yo veía, y él la usaba como señalador. Era verde con un ojo violeta y azul, toda salpicada de oro. Mi hermana se la pidió pero Hugo le dijo que no porque se la había regalado la madre. Ni siquiera se la dejó tocar, pero a mí sí porque me tenía confianza y yo la agarraba del canuto.
         Los primeros días, como tío Carlos trabajaba en la oficina no volvimos a encender la máquina, aunque yo le había dicho a mamá que si ella quería yo la podía hacer andar. Mamá dijo que mejor esperáramos al sábado, que total no había muchos almácigos esa semana y que no se veían tantas hormigas como antes.
         —Hay unas cinco mil menos —le dije yo, y ella se reía pero me dio la razón. Casi mejor que no me dejara encender la máquina, así Hugo no se metía, porque era de esos que todo lo saben y abren las puertas para mirar adentro. Sobre todo con el veneno mejor que no me ayudara.
         A la siesta nos mandaban quedarnos quietos, porque tenían miedo de la insolación. Mí hermana desde que Hugo jugaba conmigo venía todo el tiempo con nosotros, y siempre quería jugar de compañera con Hugo. A las bolitas yo les ganaba a los dos, pero al balero Hugo no sé cómo se las sabía todas y me ganaba. Mi hermana lo elogiaba todo el tiempo y yo me daba cuenta que lo buscaba para novio, era cosa de decírselo a mamá para que le plantara un par de bifes, solamente que no se me ocurría cómo decírselo a mamá, total no hacían nada malo. Hugo se reía de ella pero disimulando, y yo en esos momentos lo hubiera abrazado, pero era siempre cuando estábamos jugando y había que ganar o perder pero nada de abrazos.
         La siesta duraba de dos a cinco, y era la mejor hora para estar tranquilos y hacer lo que uno quería. Con Hugo revisábamos las estampillas y yo le daba las repetidas, le enseñaba a clasificarlas por países, y él pensaba al otro año tener una colección como la mía pero solamente de América. Se iba a perder las de Camerún que son con animales, pero él decía que así las colecciones son más importantes. Mi hermana le daba la razón y eso que no sabía si una estampilla estaba del derecho o del revés, pero era para llevarme la contra. En cambio Lila que venía a eso de las tres, saltando por los ligustros, estaba de mi parte y le gustaban las estampillas de Europa. Una vez yo le había dado a Lila un sobre con todas estampillas diferentes, y ella siempre me lo recordaba y decía que el padre le iba a ayudar en la colección pero que la madre pensaba que eso no era para chicas y tenía microbios, y el sobre estaba guardado en el aparador.
         Para que no se enojaran en casa por el ruido, cuando llegaba Lila nos íbamos al fondo y nos tirábamos debajo de los frutales. Las de Negri también andaban por el jardín de ellas, y yo sabía que las tres estaban locas con Hugo y se hablaban a gritos y siempre por la nariz, y la Cufina sobre todo se la pasaba preguntando: “¿Y dónde está el costurero con los hilos?” y la Ela le contestaba no sé qué, entonces se peleaban pero a propósito para llamar la atención, y menos mal que de ese lado los ligustros eran tupidos y no se veía mucho. Con Lila nos moríamos de risa al oírlas, y Hugo se tapaba la nariz y decía: “¿Y dónde está la pavita para el mate?” Entonces la Chola que era la mayor decía: “¿Vieron chicas cuántos groseros hay este año?”, y nosotros nos metíamos pasto en la boca para no reírnos fuerte, porque lo bueno era dejarlas con las ganas y no seguírsela, así después cuando nos oían jugar a la mancha rabiaban mucho más y al final se peleaban entre ellas hasta que salía la tía y las mechoneaba y las tres se iban adentro llorando.
         A mí me gustaba tener de compañera a Lila en los juegos, porque entre hermanos a uno no le gusta jugar si hay otros, y mi hermana lo buscaba en seguida a Hugo de compañero. Lila y yo les ganábamos a las bolitas, pero a Hugo le gustaba más el vigilante y ladrón y la escondida, siempre había que hacerle caso y jugar a eso, pero también era formidable, solamente que no podíamos gritar y los juegos así sin gritos no valen tanto. A la escondida casi siempre me tocaba contar a mi, no sé por qué me engañaban vuelta a vuelta, y piedra libre uno detrás de otro. A las cinco salía abuelita y nos retaba porque estábamos sudados y habíamos tomado demasiado sol, pero nosotros la hacíamos reír y le dábamos besos, hasta Hugo y Lila que no eran de casa. Yo me fijé en esos días que abuelita iba siempre a mirar el estante de las herramientas, y me di cuenta que tenía miedo de que anduviéramos hurgando con las cosas de la máquina. Pero a nadie se le iba a ocurrir una pavada así, con lo de los tres niños de Flores y encima la paliza que nos iban a dar.
         A ratos me gustaba quedarme solo, y en esos momentos ni siquiera quería que estuviera Lila. Sobre toda al caer la tarde, un rato antes que abuelita saliera con su batón blanco y se pusiera a regar el jardín. A esa hora la tierra ya no estaba tan caliente, pero las madreselvas olían mucho y también los canteros de tomates donde había canaletas para el agua y bichos distintos que en otras partes. Me gustaba tirarme boca abajo y oler la tierra, sentirla debajo de mí, caliente con su olor a verano tan distinto de otras veces. Pensaba en muchas cosas, pero sobre todo en las hormigas, ahora que había visto lo que eran los hormigueros me quedaba pensando en las galerías que cruzaban por todos lados y que nadie veía. Como las venas en mis piernas, que apenas se distinguían debajo de la piel, pero llenas de hormigas y misterios que iban y venían. Si uno comía un poco de veneno, en realidad venía a ser lo mismo que el humo de la máquina, el veneno andaba por las venas del cuerpo igual que el humo en la tierra, no había mucha diferencia.
         Después de un rato me cansaba de estar solo y estudiar los bichos de los tomates. Iba a la puerta blanca, tomaba impulso y me largaba a la carrera como Buffalo Bill, y al llegar al cantero de las lechugas lo saltaba limpio y ni tocaba el borde de gramilla. Con Hugo tirábamos al blanco con la Diana de aire comprimido, o jugábamos en las hamacas cuando mi hermana o a veces Lila salían de bañarse y venían a las hamacas con ropa limpia. También Hugo y yo nos íbamos a bañar, y a última hora salíamos todos a la vereda, o mi hermana tocaba el piano en la sala y nosotros nos sentábamos en la balaustrada y veíamos volver a la gente del trabajo hasta que llegaba tío Carlos y todos lo íbamos a saludar y de paso a ver si traía algún paquete con hilo rosa o el Billiken. Justamente una de esas veces al correr a la puerta fue cuando Lila se tropezó en una laja y se lastimó la rodilla. Pobre Lila, no quería llorar pero le saltaban las lágrimas y yo pensaba en la madre que era tan severa y le diría machona y de todo cuando la viera lastimada. Hugo y yo hicimos la sillita de oro y la llevamos del lado de la puerta blanca mientras mi hermana iba a escondidas a buscar un trapo y alcohol. Hugo se hacía el comedido y quería curarla a Lila, lo mismo mi hermana para estar con Hugo, pero yo los saqué a empujones y le dije a Lila que aguantara nada más que un segundo, y que si quería cerrara los ojos. Pero ella no quiso y mientras yo le pasaba el alcohol ella lo miraba fijo a Hugo como para mostrarle lo valiente que era. Yo le soplé fuerte en la lastimadura y con la venda quedó muy bien y no le dolía.
         —Mejor andate en seguida a tu casa —le dijo mi hermana—, así tu mamá no se cabrea.
         Después que se fue Lila yo me empecé a aburrir con Hugo y mi hermana que hablaban de orquestas típicas, y Hugo había visto a De Caro en un cine y silbaba tangos para que mi hermana los sacara en el piano. Me fui a mi cuarto a buscar el álbum de las estampillas, y todo el tiempo pensaba que la madre la iba a retar a Lila y que a lo mejor estaba llorando o que se le iba a infectar la matadura como pasa tantas veces. Era increíble lo valiente que había sido Lila con el alcohol, y cómo lo miraba a Hugo sin llorar ni bajar la vista.
         En la mesa de luz estaba la botánica de Hugo, y asomaba el canuto de la pluma de pavorreal. Como él me la dejaba mirar la saqué con cuidado y me puse al lado de la lámpara para verla bien. Yo creo que no había ninguna pluma más linda que ésa. Parecía las manchas que se hacen en el agua de los charcos, pero no se podía comparar, era muchísimo más linda, de un verde brillante como esos bichos que viven en los damascos y tienen dos antenas largas con una bolita peluda en cada punta. En medio de la parte más ancha y más verde se abría un ojo azul y violeta, todo salpicado de oro, algo como no se ha visto nunca. Yo de golpe me daba cuenta por qué se llamaba pavorreal, y cuanto más la miraba más pensaba en cosas raras, como en las novelas, y al final la tuve que dejar porque se la hubiera robado a Hugo y eso no podía ser. A lo mejor Lila estaba pensando en nosotros, sola en su casa (que era oscura y con sus padres tan severos) cuando yo me divertía con la pluma y las estampillas. Mejor guardar todo y pensar en la pobre Lila tan valiente.
         Por la noche me costó dormirme, no sé por qué. Se me había metido en la cabeza que Lila no estaba bien y que tenía fiebre. Me hubiera gustado pedirle a mamá que fuera a preguntarle a la madre pero no se podía, primero con Hugo que se iba a reír, y después que mamá se enojaría si se enteraba de la lastimadura y que no le habíamos avisado. Me quise dormir tantas veces pero no podía, y al final pensé que lo mejor era ir por la mañana a lo de Lila y ver cómo estaba, o llamar por el ligustro. Al final me dormí pensando en Lila y Buffalo Bill y también en la máquina de las hormigas, pero sobre todo en Lila.
         Al otro día me levanté antes que nadie y fui a mi jardín, que estaba cerca de las glicinas. Mi jardín era un cantero nada más que mío, que abuelita me había dado para que yo hiciese lo que quisiera. Una vez planté alpiste, después batatas, pero ahora me gustaban las flores y sobre todo mi jazmín del Cabo, que es el de olor más fuerte sobre todo de noche, y mamá siempre decía que mi jazmín era el más lindo de la casa. Con la pala fui cavando despacio alrededor del jazmín, que era lo mejor que yo tenía, y al final lo saqué con toda la tierra pegada a la raíz. Así fui a llamarla a Lila que también estaba levantada y no tenía casi nada en la rodilla.
         —¿Hugo se va mañana? —me preguntó, y le dije que sí, porque tenía que seguir estudiando en Buenos Aires el ingreso a primer año. Le dije a Lila que le traía una cosa y ella me preguntó qué era, y entonces por entre el ligustro le mostré mi jazmín y le dije que se lo regalaba y que si quería la iba a ayudar a hacerse un jardín para ella sola. Lila dijo que el jazmín era muy lindo, y le pidió permiso a la madre y yo salté el ligustro para ayudarla a plantarlo. Elegimos un cantero chico, arrancamos unos crisantemos medio secos que había, y yo me puse a puntear la tierra, a darle otra forma al cantero, y después Lila me dijo dónde le gustaba que estuviera el jazmín, que era en el mismo medio. Yo lo planté, regamos con la regadera y el jardín quedó muy bien. Ahora yo tenía que conseguir un poco de gramilla, pero no había apuro. Lila estaba muy contenta y no le dolía nada la lastimadura. Quería que Hugo y mi hermana vieran en seguida lo que habíamos hecho, y yo los fui a buscar justo cuando mamá me llamaba para el café con leche. Las de Negri andaban peleándose en el jardín, y la Cufina chillaba como siempre. No sé cómo podían pelearse con una mañana tan linda.
         El sábado por la tarde Hugo se tenía que volver a Buenos Aires y yo dentro de todo me alegré porque tío Carlos no quería encender la máquina ese día y lo dejó para el domingo. Mejor que estuviéramos él y yo solamente, no fuera la mala pata que Hugo se saliera envenenando o cualquier cosa. Esa tarde lo extrañé un poco porque ya me había acostumbrado a tenerlo en mi cuarto, y sabía tantos cuentos y aventuras de memoria. Pero peor era mi hermana que andaba por toda la casa como sonámbula, y cuando mamá le preguntó qué le pasaba dijo que nada, pero ponía una cara que mamá se quedó mirándola y al final se fue diciendo que algunas se creían más grandes de lo que eran y eso que ni sonarse solas sabían. Yo encontraba que mí hermana se portaba como una estúpida, sobre todo cuando la vi que con tiza de colores escribía en el pizarrón del patio el nombre de Hugo, lo borraba y lo escribía de nuevo, siempre con otros colores y otras letras, mirándome de reojo, y después hizo un corazón con una flecha y yo me fui para no pegarle un par de bifes o ir a decírselo a mamá. Para peor esa tarde Lila se había vuelto a su casa temprano, diciendo que la madre no la dejaba quedarse por culpa de la lastimadura. Hugo le dijo que a las cinco venían a buscarlo de Buenos Aires, y que por qué no se quedaba hasta que él se fuera, pero Lila dijo que no podía y se fue corriendo y sin saludar. Por eso cuando lo vinieron a buscar, Hugo tuvo que ir a despedirse de Lila y la madre, y después se despidió de nosotros y se fue muy contento diciendo que volvería al otro fin de semana. Esa noche yo me sentí un poco solo en mi cuarto, pero por otro lado era una ventaja sentir que todo era de nuevo mío, y que Podía apagar la luz cuando me daba la gana.
         El domingo al levantarme oí que mamá hablaba por el alambrado con el señor Negri. Me acerqué a decir buen día y el señor Negri estaba diciéndole a mamá que en el cantero de las lechugas donde salía el humo el día que probamos la máquina, todas las lechugas se estaban marchitando. Mamá le dijo que era muy raro porque en el prospecto de la máquina decía que el humo no era dañino para las plantas, y el señor Negri le contestó que no hay que fiarse de los prospectos, que lo mismo es con los remedios que cuando uno lee el prospecto se va a curar de todo y después a lo mejor acaba entre cuatro velas. Mamá le dijo que podía ser que alguna de las chicas hubiera echado agua de jabón en el cantero sin querer (pero yo me di cuenta que mamá quería decir a propósito, de chusmas que eran y para buscar pelea) y entonces el señor Negri dijo que iba a averiguar pero que en realidad si la máquina mataba las plantas no se veía la ventaja de tomarse tanto trabajo. Mamá le dijo que no iba a comparar unas lechugas de mala muerte con el estrago que hacen las hormigas en los jardines, y que por la tarde la íbamos a encender, y si veían humo que avisaran que nosotros iríamos a tapar los hormigueros para que ellos no se molestaran. Abuelita me llamó para tomar el café y no sé qué más se dijeron, pero yo estaba entusiasmado pensando que otra vez íbamos a combatir las hormigas, y me pasé la mañana leyendo Raffles aunque no me gustaba tanto como Buffalo Bill y muchas otras novelas.
         A mí hermana se le había pasado la loca y andaba cantando por toda la casa, en una de esas le dio por pintar con los lápices de colores y vino adonde yo estaba, y antes de darme cuenta ya había metido la nariz en lo que yo hacía, y justo por casualidad yo acababa de escribir mi nombre, que me gustaba escribirlo en todas partes, y el de Lila que por pura casualidad había escrito al lado del mío. Cerré el libro pero ella ya había leído y se puso a reír a carcajadas y me miraba como con lástima, y yo me le fui encima pero ella chilló y oí que mamá se acercaba, entonces me fui al jardín con toda la rabia. En el almuerzo ella me estuvo mirando con burla todo el tiempo, y me hubiera encantado pegarle una patada por abajo de la mesa, pero era capaz de ponerse a gritar y a la tarde íbamos a encender la máquina, así que me aguanté y no dije nada. A la hora de la siesta me trepé al sauce a leer y a pensar, y cuando a las cuatro y media salió tío Carlos de dormir, cebamos mate y después preparamos la máquina, y yo hice dos palanganas de barro. Las mujeres estaban adentro y hacía calor, sobre todo al lado de la máquina que era a carbón, pero el mate es bueno para eso si se toma amargo y muy caliente.
         Habíamos elegido la parte del fondo del jardín cerca de los gallineros, porque parecía que las hormigas se estaban refugiando en esa parte y hacían mucho estrago en los almácigos. Apenas pusimos el pico en el hormiguero más grande empezó a salir humo por todas partes, y hasta por entre los ladrillos del piso del gallinero salía. Yo iba de un lado a otro taponando la tierra, y me gustaba echar el barro encima y aplastarlo con las manos hasta que dejaba de salir el humo. Tío Carlos se asomó al alambrado de las de Negri y le preguntó a la Chola, que era la menos sonsa, si no salía humo en su jardín, y la Cufina armaba gran revuelo y andaba por todas partes mirando porque a tío Carlos le tenían mucho respeto, pero no salía humo del lado de ellas. En cambio oí que Lila me llamaba y fui corriendo al ligustro y la vi que estaba con su vestido de lunares anaranjados que era el que más me gustaba, y la rodilla vendada. Me gritó que salía humo de su jardín, el que era solamente suyo, y yo ya estaba saltando el alambrado con una de las palanganas de barro mientras Lila me decía afligida que al ir a ver su jardín había oído que hablábamos con las de Negri y que entonces justo al lado de donde habíamos plantado el jazmín empezaba a salir humo. Yo estaba arrodillado echando barro con todas mis fuerzas. Era muy peligroso para el jazmín recién trasplantado y ahora con el veneno tan cerca, aunque el manual decía que no. Pensé si no podría cortar la galería de las hormigas unos metros antes del cantero, pero antes de nada eché el barro y taponé la salida lo mejor que pude. Lila se había sentado a la sombra con un libro y me miraba trabajar. Me gustaba que me estuviera mirando, y puse tanto barro que seguro por ahí no iba a salir más humo. Después me acerqué a preguntarle dónde había una pala para ver de cortar la galería antes que llegara al jazmín con todo el veneno. Lila se levantó y fue a buscar la pala, y como tardaba yo me puse a mirar el libro que era de cuentos con figuras, y me quedé asombrado al ver que Lila también tenía una pluma de pavorreal preciosa en el libro, y que nunca me había dicho nada. Tío Carlos me estaba llamando para que taponara otros agujeros, pero yo me quedé mirando la pluma que no podía ser la de Hugo pero era tan idéntica que parecía del mismo pavorreal, verde con el ojo violeta y azul, y las manchitas de oro. Cuando Lila vino con la pala le pregunté de dónde había sacado la pluma, y pensaba contarle que Hugo tenía una idéntica. Casi no me di cuenta de lo que me decía cuando se puso muy colorada y contestó que Hugo se la había regalado al ir a despedirse.
         —Me dijo que en su casa hay muchas —agregó como disculpándose pero no me miraba, y tío Carlos me llamó más fuerte del otro lado de los ligustros y yo tiré la pala que me había dado Lila y me volví al alambrado, aunque Lila me llamaba y me decía que otra vez estaba saliendo humo en su jardín. Salté el alambrado y desde casa por entre los ligustros la miré a Lila que estaba llorando con el libro en la mano y la pluma que asomaba apenas, y vi que el humo salía ahora al lado mismo del jazmín, todo el veneno mezclándose con las raíces. Fui hasta la máquina aprovechando que tío Carlos hablaba de nuevo con las de Negri, abrí la lata del veneno y eché dos, tres cucharadas llenas en la máquina y la cerré; así el humo invadía bien los hormigueros y mataba todas las hormigas, no dejaba ni una hormiga viva en el jardín de casa.

domingo, 9 de junio de 2013

Los Snowcarios


ALEXIS, DESPERTATE!!, suena el reloj y mi mamá me grita para despertarme (y justo un sábado, a las 10:00 am. why why??)
Bueno, yo me llamo Alexis soy un chico muy muy… eh eh eh, me voy a describir!!, morocho, ojos negros, alto, muy salamín (uh salamín tengo hambre!) Ah y tengo 17 años y voy al colegio.
Me fui afuera a mirar el cielo y veía  las nubes que se movían, el viento soplaba y sentía que algo malo iba a pasar, algo feo…Entré y me acordé de que tenía que ir a un boliche hoy a la noche con mis amigos. Eran 22:00 hs y me fui a bañar. Terminé, me fui a mi pieza para prepararme y recibí un mensaje de mi mejor amigo Eloy diciendo que me esperaba a las 23:00 hs en su casa, así nos íbamos a la party juntos. Fui para su casa y nos fuimos al boliche pero seguía sintiéndome extraño y no sabía por qué. Entré y estuve hasta las 4:00 am., ya que estaba muy cansado, dejé a mi amigo y me fui caminando para tomar el subte. Llegué y bajé las escaleras y la sensación regresó pero esta vez era más fuerte. Miré hacia al lado y vi que estaba sentado un bebé, un baby boy, llorando y solito; me acerqué y ví que tenía rasgos muy extraños tales como ojos blancos, pelo negro con un poquito de blanco arriba, o sea, un “jopito” y una trencita blanca debajo de la nuca. Me parecía muy raro pero sus llantos pudieron conmigo, lo levanté y dejó de llorar. Me miró y me dijo “papi”, casi me pongo a llorar, pero aguanté; le pregunté qué hacía acá solito, lo que me dijo es que venía de otra galaxia, otro planeta llamado Copos. Me dijo: “yo iba a ser el heredero de la corona pero mis papás no quisieron por ser débil y entonces me mandaron al planeta Tierra. Pero ellos me quieren ver muerto y me contrataron a los SNOWCARIOS (nieve + sicario)”. Mientras que el bebito me contaba su historia yo por dentro pensaba por qué tenía unos padres muy HDP y Turros por querer hacerle eso a su propio hijo. Me terminó de contar su historia de vida, y escuché un ruido, cuando miré a mi lado ví unos hombres altos, con tapados negros hasta la rodilla, pantalones negros, sombreros color negro y muy musculosos. Deduje que eran los snowcarios.
Uno de ellos abrió su tapado y vi dos pistolas enormes, lo primero que pensé era correr pero no sé como hizo y disparó, pero falló. Entonces agarré al bebito y empecé a correr, pero nos rodearon y dispararon, esta vez, los dos juntos. Cerré los ojos, los abrí y vi al bebito que hizo una barrera de hielo enorme y larga, por lo que nos salvamos de esos disparos. Luego empezamos a correr y subimos las escaleras y salimos, pero la barrera no resistió y la derrumbaron. Nos siguieron, los enfrentamos, yo agarré un fierro y empecé a luchar con la ayuda del bebito y los derrotamos, pero escaparon. Maldición!!!
Bajamos las escaleras para tomar el subte que justo venía; entramos y nos sentamos. Después me di cuenta de que el bebito no tenía un nombre y le puse Kido. Le pregunté si le gustaba el nombre y me respondió que sí.
Llegamos a la estación, nos fuimos a tomar el colectivo y me sonó el celular ¿Quién era? Mi mami preguntándome dónde estaba y yo le respondí que estaba por tomar el colectivo. Vino el colectivo, subimos y nos fuimos; en el viaje Kido se durmió, cómo no se iba a dormir si me defendió de los snowcarios.
Llegamos a mi casa, abrí la puerta, prendí la luz y estaba mi mamá esperándome. Me miró con una cara de sorprendida… ¿Y cómo no me iba a mirar así? Si tenía un bebé en mis brazos durmiendo, me preguntó por qué tenía un bebé y como estaba muy cansado le dije que mañana hablaríamos.
Era domingo al mediodía, 12:00 pm, me desperté, tenía a Kido a mi lado despierto mirándome, me sonrió, me alegró el día. En ese momento, me llamó mi madre, me imaginé para qué; lo alcé a Kido y lo llevé abajo; estaba ella, mi hermana y mi padre, que me miraban de una forma muy rara.

Mi mamá me preguntó por Kido y me dijo cómo lo había encontrado, le conté todo y la verdad nunca la vi llorar tanto en mi vida. Luego de eso, salí  para despejarme un rato y jugar con Kido; mientras jugaba con él miré la pared y arriba estaban ellos…. Los snowcarios…

Melani Toledo
6ºC

Lo frágil de la locura


Y AHÍ estaba yo, a los pies de la cama de mi amada; contemplando su belleza, su sedoso cabello, sus labios adictivos, su cara angelical… Pero no podía quedarme ahí por más que quisiera; tenía que irme, tenía que irme si quería salvarla.
ERA          SEPTIEMBRE          cuando         me          preparaba         para          salir          con          Lucia,          ya         listo         me          subí          a          mi          auto          pero          este          no          funcionaba;         ¡Mierda!          pensé,          miré         el          reloj         y          se          me          hacía         tarde          así          que          salí          de          mi         casa         y          emprendí          camino         con          paso          acelerado          hacía          el         bar          donde          se          supone          que          yo          la          esperaría.
ME ENCONTRABA a mitad de camino cuando de un callejón salieron tres sujetos y comenzaron a golpearme hasta dejarme inconsciente. Cuando desperté me encontraba en una camilla con mis pies y manos atados a los extremos, tenía una cinta en mi boca que me impedía hablar y un pañuelo en los ojos que me impedía ver.
ESCUCHÉ QUE entraban  a la habitación y comenzaron a murmurar algo, luego sentí un ligero pinchazo en el brazo un líquido que hizo arder mi cuerpo y provocó dolor en mi cabeza, destaparon mis ojos y mi boca, entonces comencé a ver a mí alrededor; creo que estaba en un laboratorio o algo así. Luego los vi a ellos con una gran sonrisa en el rostro y sentí como mi piel se abría, pude soltarme de lo que me sostenía en la camilla y como así de la nada ataqué a los dos hombres pero no con piñas… Yo, yo ¿Les arrancaba sus partes? Sí, eso hacía y no podía parar.
CUANDO ACABÉ
con los
tipos, me
vi reflejado
en un
escritorio que
allí estaba,
del cagazo
que me
pegué, me
escondí unas
tres horas
y me
animé a
salir; volví
a verme
en el
escritorio temeroso
de lo
que vería
pero sólo
era yo,
normal; rápido
tomé una
camioneta estacionada
y volví
a mi
casa y
ahí me
encerré dos
semanas.
ME DÍ cuenta de que mi cuerpo cambiaba siempre a las once y cinco de la noche y atacaba a cualquier ser viviente que viera.
RECORDÉ A Lucía, y no pude evitar llorar; miré el reloj, eran las diez y media de la noche así que me dirigí a su casa; al llegar a su casa, me metí sin permiso en silencio, eran las once menos diez y ya estaría durmiendo.
ME METÍ a su cuarto y dejé en su buró una nota que solo decía: “Siempre voy a amarte”, volví a mirar el reloj, eran las once en punto y ella dormía plácidamente.

Y AHÍ estaba yo, a los pies de la cama de mi amada; contemplando su belleza, su sedoso cabello, sus labios adictivos, su cara angelical… Pero no podía quedarme ahí por más que quisiera; tenía que irme, tenía que irme si quería salvarla.

Micaela Invernón
6ºC

sábado, 8 de junio de 2013



Afiche que cuenta la biografía de Cortázar y al mismo tiempo explica (y utliliza) la técnica tomada por el autor al escribir el capítulo 34 de Rayuela. Esta técnica consiste en escribir dos historias simultáneas alternando los renglones.
Se encuentra publicado en el diario mural "En la senda de un autor" en el Instituto Nuestra Señora de Luján.
Integrantes del grupo: Melani Toledo, Andra Quinteros, Micaela Invernón y Agustina Graf 

jueves, 6 de junio de 2013



Afiche realizado por los 50 años de Rayuela.
Integrantes: Vanesa Lienemann
6ºC
Se encuentra publicado en el Diario Mural "En la senda de un autor" en el Instituto Nuestra Señora de Luján



Cuando vio que él lo agarró y lo revoleó, se dio cuenta de que él sí estaba enojado.

Había una vez un chico llamado Alexis, al cual le gustaba molestar sin fijarse si al otro le molestaba.

Entonces Alexis salió corriendo a su casa pero Tomas como tenía una bicicleta con él  lo salió a correr.

Él molestaba en todos lados, en la escuela, calle, casa, donde el quería,pero como era muy grande nadie se animaba a defenderse de él.

Y a la vuelta de la casa lo agarró nuevamente y lo llevó a un lugar donde estaba lleno de espíritus oscuros.

Una vez a su amiga Martina le quebró el dedo ya que la tiró de la escalera de la escuela.

Alexis pedía por favor, llorando, que lo sacase de ahí, y prometió no volver a molestar a nadie más.

Él, por más que haya molestado o lastimado a 1.000.000 de personas no era malo, sino que era una persona que no hacía las cosas pensando en que podía llegar a lastimar.

Tomas en venganza, lo dejo ahí por un tiempo, con los espíritus que rondaban y que él conocía  ya que eran parientes suyos que habían fallecido pero sus espíritus no se habían movido.

Hasta que un día se encontró con un chico llamado Tomás que se animo a enfrentarse a él y dijo que deje de molestar a las personas.

Tomás al darse cuenta que Alexis lo decía en serio, lo saco de ahí y le dijo que no quería volverlo a ver molestar a una persona. 

Cuando Tomas lo agarró y lo revoleo, se dio cuenta de que él sí estaba enojado,



Lucas De Los Santos
6ºC